Comentarios al artista

ANGEL AGRELA "INTIMITY" - EL OJO Y EL AMOR

El día en que encontré la fotografía en la revista acababa de escribir el episodio de la sábana y advertí que siempre veía la sábana a la izquierda y que el fantasma ensabanado también aparecía a la izquierda: una perfecta sobreposición de imágenes vinculadas a sobresaltos análogos se producían. Casi nunca me ha impresionado tanto algo como la aparición del falso fantasma.
Me sorprendió sobremanera haber substituido, en perfecta inconciencia, una imagen totalmente obscena con una visión desprovista de toda significación sexual. Con todo, pronto tendría mayores motivos de asombro.
Georges Bataille. Historia del ojo (1928)

Ya en su serie dedicada a escaparates vacíos Ángel Agrela había puesto de manifiesto su interés por el ojo como golosina caníbal (1): la pupila de vidrio –ya sea la del escaparate, la de la cámara o la de la pantalla- separa, a todos los efectos -¡salvo al visual!-, la vida de su fagocitación y, en la vacía tarima (evidentemente, mirar no es distinto de consumir en la edad de la mercantilización sistemática) se desarrolla una película que ya no es la vida, sino su ingestión o, mejor, digestión, puesto que lo que el artista extraerá y mostrará finalmente será tan sólo aquella porción del mundo que le sedujo: “no parece haber mejor palabra para calificar al ojo que la seducción”, sentencia Bataille.

Curiosamente, el voyeurismo exige casi siempre que entre el ojo y aquello que le seduce se interponga algo –necesariamente traslúcido, aunque también puede tratarse de un velo o de una celosía-, es decir, algún dispositivo mecánico más o menos sofisticado que actúe a modo de barrera entre el ojo y el objeto de su deseo: desde las mirillas que se habilitaban en las paredes de los prostíbulos hasta las videocámaras ocultas, pasando por los telescopios de La ventana indiscreta hitchcockiana o Doble cuerpo de Brian de Palma, el artefacto mecánico –hoy, tecnológico- es parte necesaria del proceso de conversión del espectador en voyeur; y, de este modo, el voyeurismo no sólo deviene metáfora de la artificialidad de toda mirada y de todo lo mirado sino, sobre todo, de la relación del hombre con el arte (2).

El voyeur ve sin ser visto; observa lo que ocurre al otro lado de la pared, accede a un espacio vedado: es necesario, para que el ojo se apropie totalmente del objeto de su deseo, que éste sólo pueda ser poseído por la mirada, que permanezca inasible, inalcanzable. Evidentemente, este es el mecanismo perverso que opera en el escaparate, en la publicidad y en la pornografía; y es, también, aquel que sacraliza al objeto artístico. Pero es, sobre todo, una metáfora del proceso por el cual el artista destila lo visto y lo transmuta en lo deseado (y deseable).

Intimity, el proyecto más maduro y ambicioso de Ángel Agrela, parte del recuerdo de un amor platónico y narra la historia de la apropiación de la mujer inalcanzada mediante el dibujo. Sin embargo estos dibujos, galardonados en citas tan importantes como el Premio Penagos y el BMW, le deben su exactitud y su coherencia a la rigurosidad y la complejidad del proceso desarrollado por el artista para conseguir su propósito; proceso que constituye el argumento mismo del dibujo: nada queda aquí al azar, nada sobra ni falta; y lo que finalmente contemplamos sobre el frágil velo de papel traslúcido es de hecho la sustancia misma del cuerpo de la mujer tal como es aprehendida y reconstituida hoy por la “golosina caníbal”.

La parte oculta del proceso es la filmación primera de la modelo en la intimidad mientras lleva a cabo su aseo diario. Al no asistir el artista a esa escena, que tiene lugar en una habitación cerrada donde ha colocado una cámara, se produce una primera separación entre el ojo y el objeto, que se dota en ese momento de los atributos de lo inalcanzable. Las imágenes son entonces procesadas -quedando memoria de su digitalización en las secuencias de pequeños números que aparecen en los dibujos- y el movimiento de la mujer es finalmente reproducido en el papel en forma de múltiples figuras yuxtapuestas que se mezclan y evolucionan sobre el plano.

Desde un punto de vista formal hay aquí, evidentemente, una evocación de la transmutación de la mujer en su imagen gráfica (la gama cromática que emplea Agrela, así como el ligero desplazamiento de las capas de color aluden a la cuatricromía, e incluso a la holografía, puesto que estos dibujos han sido realizados con ayuda de filtros coloreados); pero importa más el carácter mágico de estas obras: su cualidad enigmática y su poder de seducción emanan precisamente de lo que no se ve, de las sucesivas barreras que el artista, conjurando el peligro que acecha a Acteón, levanta entre su mirada y el objeto de su deseo. Si, como había dicho Klossowski, el original no existe, la sustancia de lo real se encuentra necesariamente entre lo real y el ojo que lo ve. Un velo sobre el que la mujer desnuda parece danzar; espectro conjurado, recuerdo pacientemente extraído de la memoria… Historia de amor resucitada de la única manera posible.

(1)“El ojo, golosina caníbal, según la exquisita expresión de Stevenson, es objeto de tanta inquietud entre
nosotros que nunca lo morderemos. El ojo ocupa un lugar extremadamente importante en el horror, pues
entre otras cosas es el ojo de la conciencia”. Georges Bataille. Op. Cit.
(2) En su conocido estudio del mito de Diana y Acteón (el voyeur transformado en ciervo en castigo por
haber visto desnuda a la diosa), Klossowski concluye: “no hay original, el modelo de la copia es ya una
copia, la copia es una copia de la copia; no hay más máscara hipócrita porque el rostro que encubre la
máscara es ya una máscara, toda máscara es sólo la máscara de otra; no hay un hecho, sólo
interpretaciones, cada interpretación es la interpretación de una interpretación anterior; no hay sentido
propio de la palabra, sólo sentidos figurados, los conceptos son sólo metáforas disfrazadas; no hay versión
auténtica del texto, sólo traducciones; no hay verdad, sólo pastiches y parodias. Y así hasta el infinito”.
Pierre Klossowski. El Baño de Diana (1956).

Javier Rubio Nomblot

 


 

Angel Agrela exposicion Intimity Material GAleria